La historia del Mas Molla de la Riera remonta al 1338. En la baja edad media nuestros antepasados ​​trabajaban para el autoconsumo, eran payeses. Sus tributos los pagaban primeramente a Ermesenda y más tarde en la catedral de Gerona (otros agricultores lo hacían al Sr. Feudal del Castillo de Calonge). En aquellos tiempos se empiezan a mover los productos agrícolas por los mercados medievales pero siempre entre los señores feudales y los mercaderes. Eran muchos los derechos abusivos de los que gozaban los señores y es por eso que los agricultores “remenses” lucharon por su abolición. Con la Sentencia Arbitral de Guadalupe en 1486 de Fernando V se les reconoce el dominio útil de las masías, se les permite elaborar sus propios productos y así abolido el monopolio existente del Sr. feudal permitiendo venderlos a quien quisiesen. Desde entonces fueron gente libre.

Comienza entonces, sobre todo a finales de la Edad Moderna, un crecimiento económico general y de base agraria. Nuestros antepasados, ya pensando en vender en el mercado de Palamós, empiezan a cultivar viñas en las montañas con paredes de piedras y producen otros cultivos en las llanuras. Se rompe la economía de supervivencia y con las ganancias se compraban cosas por su consumo como chocolate. La mayor parte de nuestra masía fecha de esta época, s.XVIII.

En Cataluña hay un cambio de cultivos a favor de la viña y se inicia la exportación de los excedentes en Europa y en el "Nuevo Mundo" como las actividades complementarias como la fabricación de tapones de corcho que hizo que tuvieran una mayor capacidad económica. Además en casa éramos ladrilleros (1752 azulejería en “Vell lloc”, las Gavarres) y Trullàs. 

Del s.XIX conservamos un inventario de 1869 donde deja constancia de que Josep Molla Oliver tenía "la tienda", demostrándonos que ya en aquella época se vendían productos del manso a la masía. El Mas Molla también exportaba vino a Cuba que se vendían  en la tienda "Vinos Molla" de La Habana, propiedad de nuestros primos hermanos Molla Preses, de la que se conservan panfletos publicitarios de la época. Con la independencia de las colonias de Cuba y Filipinas en 1898 el comercio se interrumpe.

Coincidiendo con estos años llegan las enfermedades americanas que cambian el cultivo de la vid, en 1852 con el Oídio (llamado  “malura vella” en tierras catalanas durante la época o popularmente conocida como fumadura en la actualidad). Más tarde buscándole el remedio llega el Mildiu y la letal Filoxera. Esta última llega a Calonge en 1882 donde se supera la filoxera con la preventiva replantación de una parte de los viñedos del pueblo con pies americanos provenientes de Francia reproducidos en viveros en los mismos mansos. Nuestro bisabuelo Joan Molla Preses en aquellos momentos pone una prensa de vapor a la almazara y  amplia la bodega  quedando prácticamente como es hoy en día. Esto fue posible también, a que los agricultores de Calonge no se arruinaron y posteriormente no se cooperativizan para superar el obstáculo, como en otras partes de Cataluña. El campesinado Calongi de finales del siglo XIX siguieron haciendo lo mismo: vendiendo frutas, verduras, aceite y vino de payes en sus masías y el mercado, y aún hoy seguimos haciéndolo en medio de la Costa Brava del s.XXI.

Los primeros anños del sigol xx a pesar de ser malos, el agricultor tenía mucha importancia económica pero entre 1939 y 1959 se rompe totalmente la dinámica económica que había habido hasta el estallido de la Guerra Civil. La economía autárquica que define el sistema económico de sistema de supervivencia y estraperlo de productos. Estos paréntesis se acaban con la llegada de los felices años 60 y el crecimiento de los 80, el turismo, la Costa Brava y las grades marcas de vinos que nos llevan al día de hoy.

Herederos de este campesinado tradicional catalan, el Mas Molla y los agricultores de Calonge se han mantenido arraigados a la tradición, basada en el trabajo familiar, la cosecha propia y la venta directa a la masia o al mercado. Así, sin ser demasiado conscientes estaban preservando un Bien Cultural de Interés Nacional, nuestra propia actividad que perdura en la Zona de Interés Etnológico de Calonge y Vall Llobrega. La Fundación Remesa XXI vela por conservar el espíritu de esta isla donde todavía hoy se puede palpar y sentir el ayer.   

 

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